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sábado, 11 de julio de 2015

¡Cuantas cosas en 4 días!.

Hola navegantes.

En estos 4 días nos han pasado muchas cosas interesantes. El jueves salimos de Île aux Moines con dirección a la Isla Ilur. Teníamos la corriente de marea en contra pero el viento a favor (SW 3-4) que nos permitía hacer hasta 5 nudos. Teníamos la intención de contornear la isla d'Arz por el norte y descenderla por el este. A mitad de camino tuvimos el peor susto del viaje, hasta ahora, en el escollo l'Escobez. Aunque está cartografiado, son unas rocas que apenas sobresalen del agua, la siguiente boya verde aún no la veíamos, y además había una barca de pesca pescando entre los escollos, lo que nos hizo confiarnos. A pocos metros Ana se dio cuenta de que el color del agua era más oscuro, bajó a consultar el plóter y me dice: ¡vamos hacia las rocas!. Por suerte nos dio tiempo a virar y retroceder antes de encallar, lo que a 5 nudos habría sido naufragio seguro.

Todavía con las palpitaciones teníamos que hacer el tramo más difícil al contornear Arz, porque a partir de ahí el rumbo era SW, es decir con el viento de cara, la profundidad caía en algunas zonas a sólo 0,8 metros, lo que nos obligaría a navegar con la orza subida, y estaba anochecido. Todos los ingredientes para que algo se liara. Así que decidimos dar media vuelta y deshacer el camino hecho en toda la tarde y pasar la noche en Arz.

Cogimos una boya en la punta Béluré, al Norte, y la primera foto transmite la tranquilidad del sitio. Pero hasta en esos tan bonitos pueden ocurrir desgracias, y si no fijaos lo que había en la playa: uno que cálculo mal y acabó allí sus días. Debe llevar hundido varios años y lo sorprendente es que no lo retiren. Al fondo veis al Corto Maltés y sirve de reflexión de la prudencia que hay que tener en el mar. Nosotros para poder bajar a tierra en nuestra balsa inflable tuvimos que coger una boya cerquísima de la orilla, tocábamos el fondo con el bichero, y un error de cálculo nos podría haber mandado contra las rocas como a él

El viernes dedicamos la mañana a conocer la isla de Arz a pie. Tiene paisajes preciosos y entre otras cosas molinos de mareas como los de Cantabria. Nos llamó la atención que sigue habiendo cabinas de teléfonos en la calle, como en España antes del boom de los móviles. 

Por la tarde fuimos a la Isla Ilur, la que el día anterior no alcanzamos por el norte, pero esta vez fuimos por el sur, que tiene un recorrido más seguro por tratarse de aguas más profundas. Hasta ahora es nuestro lugar preferido. Se desembarca sin dificultad en una playa preciosa. Sólo está habitada por el guarda, un chico de 22 años con el que conversamos a última hora de la tarde al cruzarnos en un camino desierto. Estuvo habitada hasta 1960 por agricultores, entonces no había ni un árbol, sólo tierras de labranza. Cuando se abandonó quedó el pueblo como se le ve ahora, bien conservado porque los dueños de las casas las han mantenido, con su iglesia y todo, pero no se usa para nada. Y como tiene guarda no hay vandalismo, o sea que todo se conserva como se quedó hace 50 años. Ahora ya tiene bosques con árboles altísimos. Es una reserva natural y están recogiendo ideas para qué hacer con el lugar. Aunque os parezca mentira una de las especies de fauna que habita la isla son los coipos, si, esos roedores gigantes de los que tanto hablábamos en la vuelta a España a nuestro paso por el canal de Midi. La iglesia esta dedicada a la Virgen de Lourdes, y está llena de caracolas como ofrenda.

El sábado fuimos a ver otras islas desiertas pero en conjunto acabamos decepcionados. Dos de ellas no nos merecieron la pena ni desembarcar, no eran más que rocas y arena llenas de gaviotas. Y otras dos, después de una maniobra de acercamiento y fondeo difíciles (tenemos que fondear muy cerca de la orilla para poder desembarcar con nuestra balsa de juguete) resulta que tenían un cartel indicando que eran propiedad privada y no permitían el desembarco, sin que eso estuviera indicado en nuestras guías náuticas ni en la información turística del Golfo. Al final fuimos a dormir a Le Passage, la parte más oriental del Golfo accesible en barco, que es el inicio de una ría reserva natural. A su entrada, a estribor, hay una isla curiosísima porque es perfectamente cuadrada (Île Quistinic). Se debe a que inicialmente era una zona de cultivo de ostras, que se hacen en piscinas cuadradas. Poco a poco se fue rellenando y finalmente se construyó en ella, y ha quedado como probablemente la única isla cuadrada del mundo.

En Le Passage necesitábamos desembarcar con las bicis para conocer la reserva natural, y en nuestra balsa no podemos. Nos enrollamos con Philippe, el patrón del pequeño trasbordador que pasa a la gente de un lado a otro de la ría. Él también es forofo de Corto Maltés (nos enseñó su billetera de cuero con el personaje) y no quiso cobrarnos nada por llevarnos a tierra y luego de vuelta al barco, desviándose de su ruta de orilla a orilla. Dijo que lo hacia por la buena amistad y cooperación entre Francia y España. Ya os imagináis el destino de la botella de vino que nos dieron en la marina de Capbreton.

El domingo nos levantamos temprano para salir de Le Passage con la marea vaciante. Nos acostamos con viento de fuerza 5 encajonado en la entrada de la ría y nos levantamos con la quietud que podéis deducir de la 8ª foto. Fuimos a desembarcar en la Isla Lern, la que veis en la foto siguiente. Tuvimos que esperar toda la mañana fondeados a que subiese la marea, que aproveché para hacer un soporte para los cepillos de dientes con uno de los cierres de la mantita que nos regalaron los grumetillos en 2011. ¿Os gusta el resultado?. Durante la espera tuvimos un accidente de garreo del ancla porque el fondo es de algas, el peor agarre posible para un ancla. La orilla estaba igual, así que decidimos meter la proa contra la orilla y llevar el ancla a mano hasta la arena de la playa, lo que es infalible. ¿Pero adivináis qué?. ¡También es privada!, con el agravante de que el cartel no se veía desde el mar. Después de tanta espera tuvimos que conformarnos con recorrerla por la orilla, sin ningún aliciente.

 Por si fuera poco, tanto juguetear con las algas del fondo trabaron la orza en posición subida, y tuvimos que salir por el canal contra la marea que todavía subía con la orza arriba, con lo que el barco deriva mucho más. A nuestro estribor un barco de unos 12 metros que navegaba sólo con el génova se salió de la canal y se quedó varado. ¡Cuantos malos presagios!. No quisimos arriesgarnos más y cogimos una boya en la isla de Arz para tirarme a bucear y destrabar la orza desde el exterior. Con eso resuelto hemos venido de nuevo a la Île aux Moines para descansar. Pero no nos habíamos dado cuenta de que es domingo, o a que estaba todo cerrado y no nos quedaban provisiones para la cena. In extremis hemos encontrado una pizzería abierta y así estamos acabando el día.

Y  finalmente algo bueno. Como venimos "del océano" la noche de hoy no nos la cobran.

Hasta mañana navegantes.


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