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viernes, 5 de febrero de 2016

Por si me caigo al agua.

Así es, el principal temor del navegante es caerse al agua y ver alejarse a su barco para siempre. Por eso cuando hace mal tiempo, y siempre por la noche o cuando se navega en solitario, hay que amarrarse con un arnés al barco. Curiosamente  no lo exige la legislación, pero a vela es imprescindible.

 Lo ideal es un amarre corto que te impida salir despedido por la borda,  o sea que en caso de resbalarte o perder el equilibrio te caigas dentro del barco. Pero eso sólo es posible cuando estás en la bañera. Para cualquier maniobra que te obligue a salir de ella (típicamente, maniobras en la proa) hay que enganchar el arnés a la línea de vida, que es una cinta que corre por todo lo largo del barco para poder llegar hasta la proa amarrado:


 Se hace con cinta y no con cabo para que no ruede bajo tus pies al pisarla. Pero eso sí, si resbalas estando fuera de la bañera te caes al agua seguro, y lo único que ganas con el arnés es que el barco no te deje abandonado. Pero a cambio peligras por otras cosas. Te ves arrastrado a gran velocidad por el agua y el punto de tiro del arnés (a la altura del pecho) puede doblarte y lesionarte la columna. Y además es dificilísimo subir a bordo por el costado resbaladizo del barco y con el peso de la ropa mojada. Por eso lo ideal es diseñar el recorrido de la línea de vida para que al caerte te deslices hasta la popa, que es donde está la escalera.

Y aunque llegues a la popa no has ganado la apuesta. Si el barco tiene fueraborda y está en marcha, te ves flotando pegado a la hélice, que puede lesionarte. Las olas hacen subir y bajar la popa y puede caerte el barco en la cabeza. Y a lo que voy hoy, tienes que conseguir bajar la escalera desde el agua, pues normalmente la llevamos amarrada por arriba para soltarla desde la bañera.

Aunque todo lo anterior lo tenía resuelto, no así el último punto, soltar la escalera desde el agua. No lo había dado importancia pues no suelo navegar solo, y siempre esperas que la suelte tu compañero. Pero para más seguridad he cambiado el sistema de amarre. Por un lado he trasladado el gancho a uno de los peldaños inferiores, para alcanzarlo desde el agua, y además he cambiado el gancho cerrado, que necesita las dos manos, por un sistema de ojal que se puede soltar con una sola (a la izquierda el nuevo, de ojal, y a la derecha el antiguo, de gancho):




 Espero no necesitarlo nunca, pero al menos me quedo más tranquilo de tenerlo todo conforme a la teoría.

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