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viernes, 17 de junio de 2016

Fuimos a conocer Lucca.

Hola navegantes.

Hoy habíamos pensado hacer una excursión por el río Arno o, alternativamente, ir a conocer Lucca, una ciudad cercana a Pisa, y la patria de Pinocho. Ya os enseñe está mañana que la boca del Arno estaba como para volver las piernas de hojaldre al mismísimo Capitán Haddock (por citar a uno bien fanfarrón). Si alguno los que lee esto hubiera salido con su barco por esa coctelera que levante el dedo. Como estaba impracticable nos fuimos a Lucca.

Ya lo conocíamos de un viaje anterior, pero en aquella ocasión llovió tanto que  realmente no vimos nada, fue como no haber ido. Hoy ha hecho un día extraordinario y la ciudad nos ha encantado. Pero como este blog es de cosas náuticas, de Lucca no os voy a contar nada y aprovecho para contaros lo del nombre de los barcos.

Cada barco tiene una matrícula, como los coches, pero además hay que darle un nombre. Desde hace años hay un registro único para que no se repita en ninguna parte del país un nombre. Una superstición náutica dice que da mala suerte cambiar el nombre a un barco al comprarlo de segunda mano, y siempre te cuentan casos tremendos de naufragios de barcos que habían cambiado de nombre, como si hubiera una relación causa-efecto.

Pero el barco es algo tan personal que se le suelen dar nombres que significan algo para su dueño, pero normalmente nada para el segundo comprador. Los que yo he tenido se llamaban primero "Corito", "Musgoso", y " Megüi". Sin duda nombres significativos para sus dueños anteriores, en dos de ellos relacionados con su mujer, pero que a mi no me decían nada. Por eso les cambié el nombre.

Los muy muy supersticiosos pero que quieren cambiar el nombre recurren a un ritual para romper el mal fario. Consiste en que nada más escribir el nuevo nombre en el casco hay que salir a navegar y cortar con la proa tres veces tu propia estela. No se si data resultado. Yo no lo hice y de momento no me quejo de cómo me ha ido mis barquitos.

Y por no terminar sin poner alguna foto, van unas de la Torre Guinigi, en Lucca, que tiene árboles en su culminación, y del sistema para llevar las bicis los trenes de Italia. El soporte inferior está en un asiento plegable, y si no hay bicis se puede usar como asiento normal. Nos han vuelto a dejar llevar las bicis sin su bolsa, y es gratis por ser plegables. Las no plegables pagan. Es una buena cosa lo de las bicis en los viajes en velero, otro día os lo cuento. Y la última para que veáis el carácter italiano. Fijaos debajo de qué cartel ha dejado un tipo su bici. Dice "prohibido apoyar bicicletas".

Hasta mañana navegantes.

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