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jueves, 4 de mayo de 2017

Los deberes hechos.

Hola navegantes.

Todos los años tenemos una incómoda obligación, sacar el barco del agua para darle "la patente". La "obra viva" del barco, que es la parte sumergida del casco, se llena de verdín, caracolillos, y en casos avanzados hasta de mejillones, lapas y ostras (esto los descuidados que dejan el barco sin limpiar varios años). Esos animalitos estropean el casco y le impiden avanzar. Hay veleros que con esa fauna no son capaces de navegar a vela y necesitan meter siempre el motor.Para evitarlo hay que sacar el barco y limpiarlo con la karcher.



La limpieza con la karcher no se puede hacer en cualquier sitio. Lo que escurre es contaminante y tiene que ser recogido por un sistema de alcantarillado específico que lo almacene para su retirada segura.

Luego hay que dejar secar el casco y darle dos manos de una pintura especial que se llama "antifouling". En el argot náutico la llamamos "la patente", y nadie ha sabido explicarme por qué. Es una pintura que tiene biocidas para que no se peguen los animalillos microscópicos, fundamentalmente algas, sobre los que posteriormente crecen los moluscos más visibles.

Hay varios tipos de patentes y de muchos colores. Yo suelo dar la que se llama "autopulimentante", que consiste en una pintura poco adherente que se va desprendiendo cuando el barco navega y así van saliendo las capas subyacentes, con el biocida más activo. Una ventaja es que al finalizar la temporada sale completamente con la karcher y así no van quedando capas de pintura acumuladas. El otro tipo de patente, que se llama "de matriz dura", es  como una pintura normal que no sale con la karcher, y por lo tanto cada año se pinta encima de las capas del año anterior. El barco va acumulando capas y capas de pintura, que finalmente hay que quitar lijando y con decapantes.

Un inconveniente de la autopulimentante, aparte de que es más cara, es que si el barco vuelca e intentas subirte sobre la quilla pintada, es tan resbaladiza que resulta imposible. Con esta patente una situación angustiosa como es volcar un velero se hace todavía más insostenible, porque no puedes salir del agua y acabas embadurnado de pintura. Pero claro, volcar es tan poco probable que no parece lógico decidirse por una o por otra pensando en eso.

Y respecto al color, yo sólo aborrezco el blanco. Se dice que si navegas entre ballenas, desde abajo la panza del barco pintada de blanco puede recordarles a una ballena hembra, acercarse a jugar y volcarte. Quitando el blanco, yo suelo alternar el color de un año a otro para estar seguro, cuando doy con la karcher, de haber quitado toda la última capa. Este año ha tocado negro, y aquí está mi buen amigo volviendo al mar bien limpito, dispuesto para todas las aventuras de este verano:




Por cierto, el agujero del año anterior por el accidente del remolque cuando íbamos hacia la isla de Elba, ni se nota.

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