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martes, 13 de febrero de 2018

Utilidades y peligros de los puntales.

Hola navegantes.

Los puntales son esa especie de muletas que se ponen a los veleros para varar y que no se caigan de lado, como un cojo. Se enganchan en un cáncamo de la cubierta, se apoyan con una goma en el casco, y se sujetan con unos cabos hacia proa y hacia popa para que tampoco se desplacen en sentido proa-popa:


El Corto Maltés es de orza abatible pero tiene en el fondo un quillote en el que se apoya. Este quillote es una seguridad pues es de hierro, y si te posas en fondo irregular o que no sea de arena aguanta mejor que si apoyas el casco de fibra de vidrio, que puede fisurarse si pilla debajo una piedra o una concha. Pero a cambio ofrece un equilibrio precario que hay que mejorar con los puntales. En España los puntales se usan poco, y conseguir los del Corto Maltés para la navegación a Bretaña en 2015 me costó un triunfo y tuve que encargarlos a Francia. Sólo sirven para varar en fondos duros, cómo éste de la Isla de los Pájaros, en Arcachón:


Para utilizarlos es imprescindible que el velero quede varado en una posición tal que la onda de marea cuando suba coja al barco por la proa o por la popa, pero no por el costado. Se consigue fondeando con dos anclas, una por proa y otra por popa. Si la fuerza de la marea le golpea por el costado puede tumbarse sobre uno de los puntales, y el apoyo del puntal en el casco, que sólo debería ser simbólico para una pequeñísima fuerza lateral, podría clavarse:


 También podría ocurrir si el fondo es irregular, inclinado, o uno de los puntales coincide en una poza. El agujero sería como el del accidente con el remolque en la navegación a la Isla de Elba, aunque por suerte por encima de la flotación. Pero sería un percance de esos que dan al traste con un viaje.

En los fondos duros uno puede bajarse del barco para desembarcar andando. En barcos de poco calado se hace por la escarela de popa. En barcos de quilla fija no se alcanza la escalera desde el suelo, y hay que embarcar y desembarcar por unos peldaños que lleva el propio puntal, parecidos a los de subir al mástil.

Otros días vararemos en fondos de basa blanda, como arenas movedizas, en los que los puntales no se necesitan porque el barco se incrusta hasta la flotación. Sólo lo notas porque está sorprendentemente quieto, sin recibir las olitas habituales en cualquier puerto o fondeadero:


En las fotos siguientes el Corto Maltés en un puerto de este tipo, la primera en pleamar:


 Y las siguientes en bajamar:




Es evidente que si te bajas del barco el barro te engulle igual que ha engullido la obra viva. Es muy peligroso saltar al agua cuando el barco empieza a varar, intentando liberarlo, sin saber el tipo de fondo. También existe el riesgo de que se obstruya la refrigeración del motor, por eso nosotros preferimos sacarlo antes de bajar la marea y estibarlo en la bañera:


 Aquí es una ventaja la ligereza del fueraborda Selva, sólo 27 Kg. frente a 45 Kg. más o menos los de la competencia de la misma potencia, 8 CV.

Otro problema de los puntales es lo que abultan, y la dificultad de estibarlos en un barco pequeño, teniendo en cuenta además que cuando los sacas están llenos de la basa maloliente del fondo. Mientras no se utilicen (hasta llegar a Bretaña Norte) irán acomodados sobre la colchoneta de popa, con una inclinación que no estorbe la apertura de los pañoles bajo la cama:

Como en la vuelta a Francia iremos en todas las etapas de dos en dos, esa cama sólo se usará por una persona, en su mitad de babor, dejando la de estribor, donde veis los puntales, como almacén.

 Por el contrario cuando se utilizen, que saldrán del agua sucios y mojados, irán en la cubierta uno a cada lado de la cabina, sujetos por delante al cadenote del obenque y por detrás a uno de los candeleros:


Como se situarán encima de las líneas de vida, cambiaremos el recorrido de éstas para que el puntal  no estorbe su uso.

Hasta aquí la teoría, en la que todo está bien construido y estructurado. Por desgracia la realidad es cambiante y  no podemos excluir en absoluto algún percance o accidente. Os confieso que no me gusta nada varar. El peso del barco (aproximadamente una tonelada y media) en la situación ideal se apoya en el quillote, pero cualquier desviación de la vertical perfecta sobrecarga los apoyos de un lado, forzando el material. En los minutos inmediatamente anteriores a quedar en seco, cualquier olita producida por el viento o por otro barco se traduce en golpes violentos contra el fondo, que se transmiten a los cáncamos de la cubierta con el riesgo de arrancarlos. Aunque todos dicen que se duerme mejor, por faltar las olas y los meneos de cuando se duerme a flote, como haga viento silba mucho más en la jarcia ya que el mástil no cede hacia sotavento como cuando el barco flota; eso te da la sensación subjetiva de estar soplando mucho más de lo real y la preocupación no te deja conciliar el sueño.

Vaya, que si es por gusto no vararía nunca, pero claro, entonces no conoceríamos esos sitios maravillosos donde los grandes no llegan.

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